jueves, 24 de diciembre de 2009

SOCIEDAD!

“SOCIEDAD”




El recinto se encuentra dispuesto para el recibimiento de las damas. La reunión inicia a las diez de la noche; faltan sólo quince minutos. ¿Será que vendrán todas? -vendrán todas- ¿por qué tan seguro?, -me he hecho codiciable a todas ellas- ¿cómo haces para manejarlas? –inteligencia masculina. Ahora vete a tus servicios- quiero pensar.

Esta el mesero parado en la entrada del recinto chequeando en su agendilla, el listado de las invitadas. Alguien sale corriendo directo al amo: amo ya empezaron a llegar las invitadas. Ya te hemos acomodado todo para que las veas desde la panorámica que te armamos, sin que ellas te vean a ti. - Llévame a ese estudio.

Están todas las cámaras y todo el sistema de seguridad montado para no perder detalle de la reunión; el gran varón decide sentarse y visualizar cada detalle como comprendiéndose a sí mismo el gran dios de la eterna gracia.

Pasan cinco minutos y empiezan a llegar las invitadas, entre tanto, su escudero entra en el estudio y le dice: ¡amo, empezaron a llegar las damas! –sí, ya sé; en tono desesperante ¿no te das cuenta que de todo me doy cuenta primero?; tranquilízate amo; Ven te hago un masaje para el estrés. (Mientras lo soba; ambos ven por la gran panorámica que permite visualizar cada detalle del recinto por medio de las videocámaras que se han instalado con anterioridad). Amo y ¿quién es esa mujer tan refinada y elegante? – Es Francia- sí, siempre tan puntual jejeje; eso me gusta de ella; para muchas cosas es idónea pero para otras es demasiado peligrosa. Sé cómo manejarla, con las dosis de olor que se emana de mi hombría la mantengo domadita.

En ese momento, los servidores del Jefe la atienden con la cortesía que se le debe prestar a una reina. Entre tanto, llega la hermosísima Italia, mujer de elegante caminar, con un rostro muy atractivo y sensual. Cuando ella reconoce a Francia en el recinto, no va hasta ella a saludarla como indica la etiqueta, se limita a saludarla desde lejos con un gesto no muy complaciente.

Jefe, ¿quién es esa dama que se acaba de bajar del finísimo coche?, no sé, déjame verla, (le pone zoom a una de las cámaras), se ríe el jefe con gran picardía, y dice: es la preciosa Canadá. Ella es la mujer de mis sueños, pero que hago, me resulta imposible conformarme con una. Tú me entiendes, ¿no?

Jefe, están entrando muchas, hay muchos carros haciendo fila para entrar, - te dije, soy irresistible, todas ellas tienen que venir a mí. A todas las he condicionado y por ende deben estar aquí. -Pero jefe no creo que todas vengan hoy, -por tu bien, más vale que así no sea.

Cuando ambos se dan cuenta, el recinto está lleno, todas ellas son mujeres refinadas, de alta alcurnia.

¡Amo!, mira todas esas elegantes damas que han llenado el recinto. ¡Amo! Quién es aquella dama que se muestra toda altiva, mira a las otras con demasiada antipatía, pero es muy hermosa, demasiado glamurosa, un poco más elegante que las otras, quien es esa jefe, quién es, -déjame ver, (pone el zoom en la cámara), ah esa es la muy señora Inglaterra, sí ella es en todo, el símbolo de la vanidad y la perfección, parece no tener defectos, pero yo conozco tan solo unos cuantos, jajaja, si supiera ella lo que sé, lo oscuro de su belleza, de seguro la convertiría de inmediato en mi esclava. Por razones de sangre no me ansía el causarle mal. -Amo hay muchas cosas que yo no entiendo. – es mejor así, mucho mejor así; no puedes entender más de lo que debes. En tono amenazante lo mira con ojos de maniaco y le dice: ¡podría matarte!

Ambos observan con detenimiento, la manera como concurren las cosas, en ese momento, entra otra gran señora, con aspecto imponente, orgullosa en su andar. Cuando la mira el amo, dice: no pensé, que Alemania estuviera tan hermosa hoy, la había echado de menos, es que ella en su juventud, fue una mujer muy codiciada pero venenosa, sus males excedieron su hermosura, pero aún así se conservó bella, aunque jamás se ha dejado de las presentes. Solo yo tengo el “poder de macho” para amansarla. Es una mujer muy sabrosa.

Amo, no sabía que habías invitado a tus esclavas, --¿a mis esclavas? Si Amo, mira. Entran Colombia, Venezuela, Bolivia, todas morenas hermosas de elegante cuerpo pero mal vestidas. Colombia llevaba consigo un vestido enterizo corto color gris y unos tenis negros, sobre su cabello llevaba una balaca, y su peinado era una trenza riñón. Venezuela por su parte, tenía puesto consigo unos short rojo y una blusa estraple, su maquillaje era demasiado exagerado y sus zapatos eran unos suecos bastante sencillos. Bolivia, llevaba consigo muchos atuendos, sobre sus lomos llevaba ruanas y cachivaches; nadie podía ver la más mínima una parte de sus atributos más sensuales; estaba muy cubierta, daba la impresión de estar enferma, de tener una ulcera grave, pero ella se revestía de silencio; era muy callada y tímida.

En el momento mismo en que las que ya se encontraban en el recinto las ven entrar, las miran con altivez y se sonríen hipócritamente entre ellas, hacen escarnio de sus ropas y como dignas damas de sociedad, las miran de reojo, otras se burlan sin respetar la etiqueta y el glamur.

A ese punto, todas se encuentran ansiosas y toman desesperadamente, las bebidas que el “súper macho” les mandó a preparar con exclusividad a todas ellas.

Pasan cuarenta y cinco minutos, y llega una joven afanada, entra al recinto acomodándose su zapatilla; las más altivas de entre las presentes dicen en tono denigrante: ¡ah llegó Suiza! Vaya, vaya, ¡qué sorpresa!, Suiza les dice a todas: hola, llegué yo, luego sonríe. Algunas le dan la bienvenida, otras la saludan desde la distancia; ella ignora a algunas de las presentes.

Sigue el “Amo” expectante de las invitadas que faltan; manda a su escudero y a sus sirvientes a que doblen las bebidas; decide esperar cinco minutos más. Luego su escudero le dice: Amo, ¿pero a quién más esperas?, él le responde y dice; hay una virgen, es deseable pero puritana, no le gustan mis lujos y es dura conmigo; pero me encanta, es la deseable y siempre bella Cuba, por ella estaría dispuesto hacer lo que nadie nunca antes de mi ha hecho…; ya casi es hora de salir al encuentro de ellas. ¿Te cercioraste de que estuvieran lo suficientemente alcoholizadas? –sí Amo. Están en su punto. Creo que es hora de que salgas. –Esperemos un poco más, aún aguardo la esperanza de tenerlas todas conmigo-.

Mientras ellas hablan, llega una mujer de considerable estatura, de ojos grandes y grises, con un rostro muy agradable, vanidosa en su andar, aunque no poseía los mismos lujos de las primeras damas que llenaron el recinto. Cuando entran, todas bajo el efecto del alcohol, le gritan, “hola Argentina, ven tomate uno con nosotras”, ella se siente alagada, y accede a todos los requerimientos de las otras, ¡sus cómplices!

Al minuto, entra una mujer muy estilizada, con andamiaje elegante, pero despeinada, ya todas están alegres, todas están felices, ninguna a ese punto critica, ¡la bebida del macho! ya ha hecho efecto; durante los dos minutos restantes, España toma como desesperada, como si estuviera enferma y necesitara olvidar sus penas. Se bebe las botellas de licor más fuertes que han expuesto los servidores del Amo.

Desde la panorámica, (la gran pantalla desde donde todo lo ve), el Jefe considera que es tiempo de no hacer esperar más a las invitadas. Ordena a su escudero poner “heavy metal” en el recinto. La música es puesta a todo volumen, un volumen intimidante y tenebroso. El amo, ordena a su escudero, le dice: “hijo, carga contigo estos cables, lleva en tus hombros estas herramientas y no te preocupes por lo demás que conmigo llevo el shift”.

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