jueves, 24 de diciembre de 2009

EL TRAJE DE SANGRE!

EL TRAJE DE SANGRE


BY JACS

Era la una de la mañana cuando algo inesperado ocurrió en la vida del muy reconocido y respetado medico Alexander; en medio de mucho sudor y de mucho frio, un frio helado que le hacía sentir como si su corazón se comprimiera por la fuerza de una mano que le provocaba mucho dolor, un dolor desesperante que no le daba alternativa alguna de descanso; en ese momento Alexander o Alex como lo llamaban sus amigos, sintió que era el último momento de su vida, sintió que todo lo que había hecho hasta ese segundo, había llegado a su término. En el preciso momento de la intercesión entre la vida y la muerte, o cuando su ser se desligaba de su estructura ósea. Sintió un placer que recorría su cuerpo con corrientes frías y cálidas, algo así como un escalofrió intenso y apaciguador. Pasada media hora, el muy querido doctor se incorporó dentro de sí, perdiendo por completo el sentido de su existencia, hasta que su reloj despertador le dio el aviso de prepararse para ir a trabajar.

Recobrado en su ser, sentía dentro de sí un fastidio inexplicable, un fastidio que lo inducia a hacer algo que no conocía, el desespero era tenaz; tanto así, que su deseo o ansias de algo no era colmado con nada; ni con medicamentos, ni con nada que estuviera a su alcance.

Ya era hora de entrar a trabajar. Al entrar al hospital, en la sala de urgencias, la trabajadora social Margarita lo asedió con mucha delicadeza, diciéndole “muy buenos días doctor, ¿cómo amaneció hoy?” a lo que el doctor no le contestó nada y siguió su paso directamente hacia su puesto de trabajo. Pasaron exactamente quince minutos, cuando el estrépito del sonido de la ambulancia, alertó a todo el personal de urgencias que ahí se encontraba. Inmediatamente Rocita, la medico del triage informó de un hombre que llegaba con quemaduras de segundo grado, puesto que a su carro se le había estallado una de sus ruedas provocando un volqué irreversible que ocasionó la explosión de su vehículo. Seguido el trabajo, Alexander se encargó de ese caso y sugirió llevarlo a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), pero no había lugar en la UCI para él, por lo que no había camas para darle especial trato. Alexander sabía que si era trasladado no sobreviviría, puesto que el paciente estaba inconsciente y tenía un vendaje puesto sobre todo su desnudo cuerpo.

Alex procedió a internarlo de una manera casi arbitraria, e hizo lo imposible hasta lograrlo, hizo lo que debía hacer, removió las vendas, raspó la piel dañada y lo vendó nuevamente. Sabía que no podía hacer mucho por él y que en su momento cualquier cosa era de esperarse.

Cerca al medio día, otra vez el sonido aturdidor de la ambulancia; el doctor Alex, con gran diligencia atendió la emergencia; esta vez se trataba de una niña de ocho (8) años de edad, a la que un tablero de una cancha de básquetbol le había caído encima, dejándola totalmente inconsciente; cuando Alexander la hubo atendido, la estabilizó y le tomaron un TAC para mirar el estado de los organismos de la pequeña, donde el doctor dio aviso que su hígado se había partido en dos. Inmediatamente la intervinieron quirúrgicamente, pero era tarde puesto que había sangrado mucho; de esa manera la hija del general fue declarada muerta después de tres horas de intenso trabajo en su cirugía.

Como a eso de las cinco de la tarde, llegó una mujer, a la que su marido había golpeado con alevosía dejándola sumamente inconsciente y reventada. Definitivamente, fue muy poco lo que pudo hacer Alexander por aquella señora, madre de tres niñas. La señora hizo paro cardiaco al efecto de la anestesia y murió.

Como a eso de las ocho de la noche, era hora de ir a su casa a descansar, puesto que su turno laboral terminaba supuestamente a las seis de la noche, pero por motivos de “urgencias”, término a la hora mencionada, pero en ese momento, le fue informado que el paciente con quemaduras de segundo grado, había sufrido un paro respiratorio y había muerto.

Camino a su casa, se encontraba en un estado que no le permitía pensar nada, de manera extraña no tenia pensamientos, como cuando la mente entra en estado de quietud y tranquilidad. ¡No podía pensar, así lo intentara!



Pasados cinco minutos de estar en su cama, sintió su cuerpo pesado y/o paralizado, no lo podía mover, no podía hablar, ni gritar, algo lo había tomado por sorpresa, y de repente, un escalofrió enorme empezó a caminar hacia los extremos de su cuerpo; primero fue en su pie izquierdo, luego en su mano derecha, luego en su pecho y corazón, finalmente y a una velocidad alternante entró en su cerebro. Nuevamente Alexander cayó en un estado de sueño profundo y de olvido existencial.

Como a eso de las dos de la mañana, una hermosura maligna cubría su semblante, se veía muy fuerte y cínico, se levantó, encendió su carro y salió como al encuentro de algo o de alguien. Entro en un bar, como movido por el instinto que lo gobernaba, como reconociendo que lo único que podía suplir su necesidad se encontraba en ese lugar. Llego inmediatamente una niña, con una minifalda y un escote muy insinuador, con unos tacones altos y un maquillaje algo exagerado; al parecer, por sus pechos apretados y algo tiernos, daba la impresión de no pasar de los 14 años; ella lo atendió, le ofreció algo de beber; él no respondía, no hablaba, solo movía sus parpados para dar indicaciones de lo que quería.

Estando sentado en una de las mesas del bar; una mujer muy elegante y respetada por la sociedad, por aquello de las causas humanitarias y sociales, entraba al bar en compañía al parecer de su pareja. Algo inesperado causó esa mujer en Alexander, pues en su estomago sentía una sensación que lo hacía sentir muy complacido, se trataba de algo así como el cosquilleo que sienten los enamorados en su estomago. Habiendo esperado por el termino de quince minutos, cuando la mujer entró al baño de las mujeres; no tuvo miramientos, inmediatamente, una fortaleza algo pasional, algo animal, algo brutal lo hizo entrar al baño de las mujeres.

Una vez hubo salido la mujer del meadero de las damas; la tomó por detrás, le tapo la boca con su mano y comenzó a menear su pene por entre el apretado pantalón de la dama; la mujer se sintió complacida y movida sexualmente a tener algo con él; como idea de la mujer trancaron la puerta de ese baño. Al instante, Alexander cambió; bruscamente empezó a tratar a la mujer; una vez la hubo desnudado, le tapó fuertemente la boca, tanto que rompió su quijada imposibilitando a la mujer la facultad de moverla, en ese momento empezó a acariciarla con un trozo de vidrio que sacó del espejo del lugar, acariciaba sus piernas, sus pechos, su rostro mientras la sangre corría a montones, y la mujer de tanta sangre que había perdido entró en un estado de inconsciencia; la puso sobre el suelo; y tenía mucha precaución de conservarle su vida, decidió hacerle una cirugía en su corazón, le abrió su piel y tuvo en sus manos el corazón de aquella mujer que palpitaba suavemente. En ese momento corrió a cortarle los dedos gordos de los pies y por último hizo una cisura en la frente, y haló su cuero cabelludo, dejando su cerebro al descubierto. Luego huyó.

Al día siguiente, toda la sociedad estaba alarmada, pues la mujer pese a que había perdido mucha sangre y se encontraba en un estado muy delicado, se encontraba viva; Alexander fue el médico que tuvo que atenderla esa mañana en el lugar de urgencias. Pero él no recordaba nada, estaba tanto o más impresionado de lo que podía estar cualquier otra persona en aquel lugar, no podía creerlo. Hizo su mayor esfuerzo por mantenerla estable pero la mujer no resistió y tres días después murió.

Durante los tres días en que la mujer se encontraba en estado de sufrimiento, muerte, dolor y vida; Alexander sentía en su corazón mucha tranquilidad y paz, se sentía de manera inexplicable el ser más importante y supremo de todos. Nada escapaba de su alcance, puesto que una sensación más que orgásmica cubrió su cuerpo durante esos tres días, en que la mujer luchaba contra sí misma para no morir.

Sin que nadie lo supiera todavía, Alex estando en su hora de descanso, sintió hambre, pero no era hambre de comida, era un hambre exagerada, algo para nada sentido con anterioridad; sintió que su paz y tranquilidad se habían escapado; sintió que esa sensación más que orgásmica se había evaporado de la nada. Su cuerpo nuevamente se hizo pesado y débil, su aspecto físico de manera extraña había cambiado; ya parecía tener quince años más. Todos los que lo conocían no decían nada para no lastimarlo, pues su cambio fue en cuestión de segundos. De vuelta a su lugar de trabajo, su impresión física le causó problemas para que lo dejaran entrar a laborar; de no ser por sus documentos, hubiese sido imposible; sus colegas médicos le decían usted que se hizo, no estamos en épocas de disfraces; él seguía sin entender, pero cuando le informaron de la muerte de la mujer, quedó en estado de shock, cuando se percató que había muerto en la misma hora en que su paz se había escapado de su cuerpo. Inmediatamente, un frio que congeló su cerebro le hizo recordar su obra sobre aquella víctima. Perdió el control de sí mismo y corrió por los pasillos de Urgencias de aquel hospital, como desesperado. Lloraba amargamente y se agarraba bruscamente su cabello. Cuando se hubo tranquilizado, no entendía porque su ropa no estaba manchada por sangre, menos aún porque no le habían reconocido en su ciudad, siendo él un personaje muy popular entre sus conciudadanos. Todos esos interrogantes quedaron sin ser resueltos.

Entrando al baño personal de los médicos, no reconocía su rostro, pues normalmente solía ser una persona adulta con una juventud agraciada a pesar de sus 34 años de edad; no se identificaba con ese ser que tenía frente a si en el espejo del baño; lloraba mucho mientras pensaba en lo sucedido, sin encontrar respuestas, decidió abandonar su jornada laboral para irse a casa, pretextando no encontrarse bien de salud. Ante su apariencia física, de desgaste y vejez, nadie lo evitó y le permitieron ir a descansar a casa.

Mientras el tiempo pasaba, su desesperación se hacía más grande, sentía la necesidad de saciar ese apetito extraño y esa ansiedad para poder sentirse en paz; el problema era que ya conocía como calmar esa hambre y el solo pensar en hacer algo así, le producía terror.

Empezó a recordar cada detalle de todo lo que había pasado; y decidió acostarse, pero no tenía sueño, la desesperación no le dejaba; entonces, decidió doparse con un medicamento muy fuerte. Cuando su cuerpo se hizo pesado y sus parpados se cerraban, empezó a oír unas carcajadas y unos sonidos de tamboras algo aterradoras en su oído, luego oía la risa malévola de un bebe y de un momento a otro, sentía como si algo que entraba en su ser lentamente lo sacaba de su propio cuerpo; él por el reflejo de la poca visión que tenía en ese momento veía la figura de un hombre muy grande, algo amarillento, de ojos grandes y en sus ojos reflejaba mucha maldad y/u odio. De repente no tuvo más fuerzas y sus pensamientos fueron remontados en el olvido.

Cinco días después, se encontró en el hospital donde usualmente solía atender; pues sus colegas sabían que era un hombre solo y que jamás incumplía sus compromisos; como a eso de los tres días de notar su ausencia, dieron aviso a la policía y por supuesto lo encontraron en su casa cobijado por un profundo y largo sueño. Cuando despertó, al quinto día, vio la cara de su mejor amigo frente a sí, se sentía tan diferente y tan grande, que veía posible todos aquellos oscuros pensamientos que venían a su mente. Su aspecto físico, todavía se veía desgastado y por supuesto el hambre y la desesperación por encontrar paz lo tenían dominado. Haciendo su mayor esfuerzo por no demostrar la codicia que tenía de hacer todo tipo de males, lo saludó normalmente y le pidió lo sacara lo más pronto posible de ahí; el médico amigo insistió en que debía quedarse pero ante tanta persuasión que en cierto momento le produjo miedo, accedió a ayudarlo.

Cuando llegó a su casa, parecía como si alguien lo estuviera esperando, su casa estaba bajo la sombra de un ambiente sofocante y de momento había mucho polvo y telarañas en el techo; se impresionó muchísimo. Cuando llegó a su alcoba, no encontró alcoba; en su lugar, había una mesa para dos personas con una botella oscura y un caramelo gris. Una fuerza lo tomó por sus brazos y lo sentó sobre la silla. Volvió a escuchar las risas de bebe y los sonidos de tamboras, sólo que esta vez eran muy fuertes e intimidantes. Estando ante la presencia de algo que no veía, sintió como alguien puso sus manos sobre las suyas y una bufanda fue apareciendo, era una bufanda negra; cuando se hubo completado, la cabeza del ser en la bufanda estaba girada al revés hacia atrás de la posición y dirección en que se encontraba su cuerpo. Quedó mudo, no podía decir nada, absolutamente nada; de repente, una voz maligna, muy maligna empezaba a rezar en otras lenguas, y a mover todos los objetos del lugar con mucha violencia, pero sin atacarlo a él. En ese momento, el ser en la bufanda negra, se levantó de la silla y con dos cadenas de puntas filudas de hierro, empezó a golpear a Alexander; lo golpeaba tan fuerte que parecía no resistiría otro golpe; lo asombroso era que Alexander no caía al suelo, estaba de pie con los brazos hacia los extremos y completamente desnudo; sangraba mucho; tanto que su sangre fue convertida por la bufanda negra que tenía la cabeza girada o contraria a la posición en que flotaba su cuerpo, en un traje. El vestido que le hizo de su propia sangre parecía tener vida propia. Todo el traje en sí era vino tinto, con zapatos vino tinto, correa vino tinta, gorro vino tinto y finalmente con corbata blanca y chaleco vino tinto.

El traje se incorporó en las medidas del cuerpo desnudo de Alex; nuevamente la fuerza lo sentó en la silla y el ser en la bufanda también lo hizo. En ese momento, el ser de la bufanda negra, giro su cabeza; ocasionando un ruido como de muchos vientos; lo tuvo frente a frente, su rostro era de ceniza carbonizada como cuando el carbón se pone en el asador bajo la perturbación del fuego. Sus manos se hicieron del mismo material. Para ese momento; Alexander ya no tenía miedo, su miedo se había evaporado como el calor al final de la tarde que se esfuma. Un libro oscuro apareció abierto sobre la mesa, y una pluma que voló del techo de manera brusca succionó sangre de la yugular de Alex; Era una página gris y la pluma voladora fue puesta en su mano; Alex entendió que debía firmar. Su conciencia y sus pensamientos en ese momento se alteraron, pero la bufanda negra le hizo sentir mucha necesidad, algo más fuerte de lo que había sentido antes. Entendió que para que esa ansiedad tan horrible desapareciera debía firmar. Entonces firmó, con el pudor de su propia sangre subyugada.

Al firmar, ese libro explotó y el ser que estaba frente a si lo hizo igual, solo quedó un olor que perpetuó la casa; era el olor de huesos calcinados bañados en sangre. (-No pudo quitar Alex ese olor, de manera que se acostumbró a vivir con él en el paso del tiempo, al punto que le hacía falta para recobrar ánimos cada vez que se cansaba-).

Volvió su desesperación, y su instinto de salir por la calles de la ciudad lo dominaron, vestido con el traje de paño vino tinto hecho de su propia sangre, salió en su carro. Se sentía libre y capaz de no ser detenido jamás, pero necesitaba con urgencia sentir complacencia y paz. Para ello, entró al templo católico más cachezudo de la ciudad, cautelosamente tomó un crucifijo de un pie de altura que encontró en el pasillo que dirigía a la habitación sacerdotal; en ese momento el sacerdote, sintió sed y se dispuso salir a beber agua. Cuando el cura abre la puerta de su habitación, Alex se reflejaba por el efecto de la sombra que causa la luna como a un metro de distancia. La imagen con que se topó el padre, era muy alta, por supuesto oscura, pero robusta; la imagen claramente hacía ver al cura el crucifijo que Alex tenía en su mano. Al ver el padre, esa imagen; “la veneró en su corazón”, se arrodilló y adoró. Empezó a rezar y a cantar con mucha felicidad y gozo; hasta que Alex, con la misma imagen del Cristo que había rapado de la pared, le abrió la frente al anciano sacerdote haciéndole la señal de la cruz; fue tan honda la herida que le causó; que se podía ver el hueso blanco de la frente del padre; “sólo se escuchó una exclamación de satisfacción que traspasó los gruesos paredones del cauto lugar”. Alexander se percató de que su corazón siguiera latiendo; procedió a cortarle el manto que lo cubría, y con las tijeras y espadas santas que encontró en la habitación del padre, le hizo un traje de sus propias pieles para cubrir sus desnudez, solamente le corto el trasero y lo puso de una manera muy arquitectónica en cubrimiento de sus testículos. Luego lo arrastró hasta el lugar de oración y bajó el Cristo más grande que tenía el lugar. En ese gran trozo de madera donde colgaba el Cristo, martilló exactamente al padre amado de aquella iglesia. De manera asombrosa, no quedaron manchas de sangre en el lugar, puesto que toda la sangre se adhería al traje de Alex; “era como si ese traje capturara cada gota de sangre que salía de sus víctimas”.

Al día siguiente, las Naciones que lo oyeron se alarmaron, todos con gran espanto, no podían creerlo, porque además, el respetado padre, estando colgado en la cruz donde vivió la imagen de su Cristo seguía con vida, su corazón no dejaba de latir. Todos iban a filmarle y empezaron a tomar fotos y a hablar mal del pobre padre que tanto ayudó a las personas que pudo. Decían que había hecho algo malo y que por eso estaba donde estaba; otros decían “el padre es tan bueno, que fue crucificado para que esta tierra estuviera bendecida”; había todo tipo de opiniones y comentarios. Finalmente, el padre, estando en el madero, abrió los ojos y expresó un fuerte pero muy fuerte dolor; pues no tenía trasero y ya ciertos animalitos empezaban a hacerle cosquilleos; nadie quería bajarlo; el padre no podía hablar, dado que el golpe sobre su frente le perturbó su producción de lenguaje. Cuando llegaron los investigadores, se asombraron de no encontrar huellas de persona alguna; (pues el mismo traje no dejaba huellas – todo lo borraba); era el criminal perfecto.

Por el reporte que la ciencia médica dio a la iglesia; el papa de la época, determinó dejarlo colgado e incrementar el número de oraciones y rezos en ese lugar; argumentando que era señal de Dios lo acontecido y que muchas bendiciones serian derramadas sobre ese templo. También argumentaba que como seguidores de Cristo, todos debíamos morir como lo hizo él. –hubo entonces todo tipo de confusiones y protestas- al quinto día del acontecimiento, el cuerpo del padre se enfrió para siempre, murió el padre en presencia de todos los seres que le amaban… nadie entendía porque el padre había durado tanto tiempo con vida; eso fue un interrogante, objeto de confusión para la ciencia médica.

Ese día para Alexander fue terrible, puesto que con la muerte del padrecito, su paz y tranquilidad se habían evaporado y no tenía más remedio que encontrar la calma a su necesidad. Debía seguir procediendo. Su apariencia física, había aumentado en vejez, otros quince años más. Todos se aterraban, incluso Alexander. (Mientras el padre estuvo en sufrimiento, dolor, debatiéndose entre la vida y la muerte, Alexander se había rejuvenecido; una vez muerto el padre, volvieron los quince años de envejecimiento prematuro).

Cuando Alexander llego a su apartamento; encontró el olor extravagante de los huesos calcinados bañados en sangre sobre toda su morada; cuando entró a su cuarto, estaba nuevamente su cama y al lado el lugar donde descansaba el traje. Él entró e inmediatamente el traje lo dejó denudo y se colgó sólo en el lugar que habían dispuesto para él. Mientras tanto en la complacencia de felicidad más infinita Alex tomó una ducha y durmió cual niño en el seno de su madre. A la mañana siguiente, en vista de que las naciones estaban alarmadas; salió para el trabajo con muchos nervios, pero una vez conoció los resultados de la ciencia y las incógnitas alrededor del caso, se sintió el hombre más afortunado y feliz.

Estando en angustia, por el no sentir esa paz que le causaba lo que tenía que hacer, estaba muy desesperado, no tenia alternativa. Pensamientos muy oscuros cruzaban su mente. Su intranquilidad creció sobremanera, al punto de intentar hacer cosas extrañas con los pacientes en cirugía; pero no podía hacer nada puesto que Alex era demasiado cobarde para hacerlo. Su traje era quien le daba el valor de existir y como no lo tenía no pudo hacer nada. Esa noche, fue muy insoportable para él, se revolcaba en la cama, intentó ponerse en varias ocasiones el traje con el fin de salir pero no podía, el traje no se dejaba abrir, ni siquiera descolgar del lugar donde estaba. Sobre su cama intentó dormirse con medicamentos para conciliar el sueño y aún así le fue imposible hacerlo. Al día siguiente sus ojeras le delataron delante de todos; puesto que su estado de vejez física, sumadas las muy oscuras ojeras que tenía, más el aire oscuro de su rostro, producían un miedo que hacía que los allí presentes muy diplomáticamente lo evadieran. Afortunadamente para Alex, había despertado con el traje que más lo desesperaba y presionaba a que hiciera lo que debía hacer; digo afortunadamente porque era lo único que le daba el valor de torturar.

El día lucía inquietante y un ambiente oscuro sacudía a todo el personal de trabajo del hospital; particularmente no habían llegado pacientes que requirieran el servicio del cirujano Alex; por aquello de su ausencia durante tanto tiempo en el lugar de trabajo, le correspondió a Alex continuar el turno del medio día; como a eso de la una de la tarde; fue llevado a Urgencias un bebe de un año de nacido, que ardía en fiebre, (al parecer, el bebe pertenecía a una familia muy pobre, eso por las apariencias de las personas que lo llevaban); en ese momento cuando Alex escuchaba los llantos de la creatura, se sintió seducido por ese ser de la misma manera que había pasado en las primeras ocasiones en que no entendía lo que le pasaba. Inmediatamente trabajo con él como todo un profesional, luego de una hora, cuando el medicamento suministrado surgió efecto y su fiebre hubo desaparecido; entró a la habitación donde el bebe estaba durmiendo y lo aisló del resto de los bebes que estaban ahí, sin que nadie lo notara; lo llevó a una habitación donde era muy difícil que lo sorprendieran en algo. Cuando miró fijamente al bebe, sus ojos grandes e iluminados llamaron mucho la atención del vestido, que entre más seducido se sentía, más se apretaba al cuerpo de Alex y más se encogía. Fijó su mirada sobre la del bebe, el cual sonreía y se sentía muy feliz. El vestido estaba algo descolorido, por la ansiedad que sentía y la necesidad que tenía de brillar con la lucidez de su color natural. Sus ojos irritados y coloridos “rojos” se compenetraron tanto con la situación, que Alex se perdió completamente de la escena una vez que hubo puesto una cinta de alta presión sobre la boca del bebe y una vez que hubo tomado un bisturí de cirugía general.

Como a eso de las tres de la tarde; el bebe se encontraba en estado de coma profundo; habían muchos médicos a su alrededor, todos liderados por Alex y su muy colorido traje. Todos sorprendidos por la raja que tenía la creatura desde la boca del estomago hasta su parte final; también sorprendidos por la cantidad de sangre que había perdido el bebe sin haber muerto; no solo eso, Alex también estaba sorprendido y asustado por lo que veían sus ojos; los reportes médicos indicaban que el niño había entrado con una hernia cancerosa y que había sido intervenido quirúrgicamente apenas había entrado; los padres del bebe no salían de su asombro y rezaban y suplicaban a Dios ayuda para que la creatura no muriera.

Esos días de complacencia y felicidad fueron tan gratos y tan lucidantes para Alex; que se sentía tan privilegiado y tan grande que no se cambiaba por nadie. Su aspecto había rejuvenecido nuevamente los 15 años que había envejecido; durante esos días en que el estado del bebe fue de coma reservado; su felicidad y alegría se hacían inocultables ante la presencia de los demás; tenía ánimo para todo y fue feliz.

Llegado el día quinto como a eso de las dos y veinte minutos de la tarde; el bebe falleció; mientras Alex regresaba al hospital de su casa; a esa hora Alex se sintió horrible; se sentía como si le faltara el aire para respirar; en ese momento, mientras conducía, vio por el espejo retrovisor del vehículo, que su aspecto físico se estaba envejeciendo nuevamente en los 15 años que había rejuvenecido. Al llegar al hospital; su aspecto amargado y seco, irrumpió en la entrada y se dirigió a su baño personal; los allí presentes no le reconocían hasta que lo hicieron hablar; pero por su aspecto de furia lo dejaron con sus propios demonios y cada quien siguió en sus actividades laborales.

Se miró al espejo y lloró amargamente, como cuando una persona pierde al ser más amado que lo ha acompañado por mucho tiempo; nuevamente sintió la intensidad creciente de aquello que le faltaba, de esa necesidad inexplicable que le hacía sentir algo así como una mezcla de excitación, ansiedad, ira y ganas de saciar eso, solamente eso. La intensidad cada vez era más grande, tanto así que fue cinco veces más fuerte que la sed de una persona que lleva sin beber una gota de agua durante diez días expuesto al calor agobiante del desierto del sahara.

Llegó a su casa muy temprano por lo que se encontraba desgastado y mostraba mucho cansancio y debilidad; aparte, lo habían cobijado unas ganas de dormir muy fuertes. No estaba bien; ante eso le recomendaron reposo y querían internarlo en el hospital, así como normalmente hacen con los pacientes; pero el rehusó y se fue para su casa.

Allí estaba su vestido bien sujeto al madero que lo sostenía, muy bien colgado y algo descolorido; con mucha ira intento destruirlo, pero no pudo, fue imposible; al contrario el daño que intentaba propiciarle a su vestido se reflejaba en su cuerpo; cuando intento quemarlo, una parte de su cuerpo se encendió en llamas y cuando lo quiso apuñalar; cayó en el suelo puesto que hirió uno de sus hombros. Creía para sí que se estaba enloqueciendo y perdiendo el control de las cosas. Estaba muy mal; quería quitarse la vida, pero no podía. Gritaba como un maniático al que están atormentando. Hasta que vio de manera vana sobrevolar su habitación por aquel manto negro con cara y manos de carbón encendido; el cual no le dejaba mover, ni hablar, ni gritar; solamente le mostró el libro y se lo abrió en el lugar donde este había firmado y desapareció nuevamente.

Durante esa noche tuvo todo tipo de visiones oscuras, con calaveras, con animales que salpicaban su carne; con gusanos que perforaban su piel; podía sentir los olores fétidos de las personas que ya no estaban ahí con él. Así paso la noche; temblando y gimiendo de espanto por lo que llegaba a su memoria. Quiso tomar el traje por la fuerza, pero no fue posible y así tuvo que soportar otro día completo; otra noche entera. Se sentía vacío y creía morir; pues prefería morir a estar sintiendo la muerte en medio de sus entrañas sin poder siquiera dormir.

Sucedía que en la medida en que el tiempo pasaba, el traje se descolonizaba cuando no había una víctima en pena; pero, al mismo tiempo la corbata blanca del conjunto, se hacía más blanca y pura. Esto fue algo que Alexander identificó en un momento de lucidez y tuvo un mal presagio al respecto. Después de dos días de continua agonía; exactamente a las siete de la noche, el traje sobrevoló la habitación y se incorporó en el cuerpo de Alex como las veces anteriores. Sabía que debía estar muy puntual, en el lapso de una hora; en una reunión social de la cual Alexander no tenía idea.

Se trataba de una cena de políticos y gente muy prestigiosa del país; entre los cuales estaba Alex; pues este había sido invitado pero por lo que estaba pasando no lo había notado. Había mucha gente importante en ese recinto; el traje se sentía y hacía sentir a Alex el rey de la noche; todos tenían que mirarle; “ese era el mundo en el que el traje encontró una conexión que más adelante entenderemos todos”.

Estaban allí las personas más destacadas del país, personalidades del mundo de la música, del cine, de todos los ámbitos del arte; de la ciencia, de la academia; en fin personalidades casi que veneradas por las simpatía de la gente común.

Cuando llegó Alex al recinto de reunión, sintió recobrar una especie de hálito tranquilizador; claro, su extraña necesidad seguía de manera permanente perturbando sus sentidos humanos. Mientras hablaba con ciertos colegas suyos; un periodista muy reconocido del país; lo llamó para saludarlo y de paso obtener información acerca de lo que murmuraba la gente en el hospital donde Alex tenía tanto reconocimiento social; pues su apariencia envejecida, su situación tan extraña, no le permitía pensar a la gente otra cosa, sino que él estaba en los vicios o en andanzas poco recomendables. Ante la manera estratégica como el periodista intentaba obtener información de Alex; este en todo momento se comportó muy inteligentemente y respondió sin omitir detalles de su situación; reconoció ante el periodista que él era un asesino; que sentía muchas ansias de matar y de hacer sufrir a las personas para que sus víctimas encontraran el punto intermedio entre dolor, muerte y vida; según él, el punto intermedio era el de la plenitud. En esa conversación el periodista muy osado e incrédulo, no hacía sino reírse y decirle, “vaya, sí que me impresionas, tienes mucha imaginación hombre, y seguía riéndose”; mientras hablaban, parecía que el traje que vestía a Alex, estaba seduciendo al inocente periodista; entre más hablaban, más palmaditas daba el periodista al hombro del vestido de Alex. Hasta que en un momento indeterminado, la situación para el periodista, ocasionada por el traje se hizo candente y excitante; pues tuvo una erección bastante notable para los allí presentes; no se despegaba de Alex; casi que de manera involuntaria lo seguía por donde él se dirigía, trataba de casi que acosarle. Alex al notar eso; se dirigió al parqueadero, donde estaba su carro; en un lugar muy sólo; en cuestión de segundos su hipnotizada mascota estaba con él, ya sin pudor alguno, le acariciaba la espalda entre sonrisas y alegrías de enamorado genuino. Hasta que en un momento muy espontaneo, mandó su mano al miembro de Alex. Sus ojos inmediatamente cambiaron, se pusieron rojos como las otras veces y lo subió a su carro. (Ese fue el momento más feliz y existente que el periodista hubiese vivido jamás); como el traje sabía que el lugar estaba muy asegurado; quería cumplir su capricho de darle de que hablar a los “grandes allí presentes”, de esa manera tomó un compresor que tenía en su carro, y en medio del parqueadero, dejado al periodista totalmente desnudo; (el periodista parecía zombi ante el encanto del traje). Tomó su muy erecto pene y lo comprimió con el compresor que había sacado de su carro. El grito de dolor penetró las paredes del lugar; de esa manera empezó a despedazar cada dedo de sus pies; (tanto fue la impetuosidad de los gritos que toda las alarmas de los carros se encendieron excepto el del doctor Alex). Todos los presentes en la reunión, con los hombres de seguridad, bajaron al parqueadero del recinto a ver qué pasaba; todos vieron al periodista en el centro del parqueadero revolcándose del dolor; pero el traje había hecho invisible a Alex; de esa manera todos, solo veían al hombre que sangraba, totalmente desnudo y con alaridos constantes de dolor; mientras algo lo atacaba, algo invisible que lo mataba. Alex estaba como por el viento, nada lo veía; cuando uno de los “justos políticos” que se encontraban allí; como tenía nombre de ser un hombre dolido por las causas sociales y humanitarias; sintió mucho dolor y corrió a auxiliarle. ¡Pobrecito!, el traje con el mismo compresor le voló la nariz en mil pedazos. Todo mundo tuvo miedo y los hombres de seguridad empezaron a disparar; pero el traje aún así protegía a Alex y al periodista de las balas. Luego el traje empezó a machacar los pies del periodista; hasta volver casi que polvo sus huesos; luego siguió con sus piernas. Mientras tanto, arrastrándose sobre el suelo; el periodista quiso huir y solicitar ayuda con su mano derecha a los allí presentes; pero todos estaban aterrorizados; sumamente intimidados. En ese momento, el traje golpeó de manera muy fuerte el brazo que el periodista levantaba para pedir socorro; fue tan fuerte el golpe; que la mano entera se soltó de su brazo y golpeo la cara de la madre del periodista allí presente. La señora se desmayo y cinco días después murió. Luego, para terminar su hazaña el traje, poseedor del aparato de hierro que tenía Alex, golpeó muy fuertemente la frente del periodista. Y se fue del lugar. Todo quedó en completo silencio; el periodista ya no gritaba, ya no gemía; lo dieron por muerto. Al ver que nada nuevo sucedía; se acercaron muy cuidadosamente unos médicos colegas de Alex y reconocieron que el pulso del periodista se encontraba normal. Inmediatamente lo remitieron al hospital donde estuvo sin abrir sus ojos por el lapso de cinco días. Ya que al quinto día como a las ocho de la noche los abrió y lo único que miro fue la cara de satisfacción de Alex. Al instante murió. Su madre había muerto quince minutos antes.

En ese momento Alex se llenó de rabia y desesperación, su necesidad se hizo más grande y mortificante, tanto así que su aspecto físico ya no fue el de una persona quince años más adulta; sino el de un viejito mal oliente y enfermo. En extremo debilitado.

Salió del hospital, todos creían que se trataba de un paciente que se escapaba y lo siguieron; hasta que lo vieron montado en el carro del doctor Alex y decidieron dejarlo; algo vieron en él los que le seguían que se intimidaron por completo y decidieron hacer caso omiso de aquel viejito.

Llego a su casa donde lo recibieron muchos vientos, casi que huracanados; como que lo levantaban por el ofuscado y mal oliente aire que albergaba su morada. Llegó a su habitación donde nuevamente se encontraba la bufanda negra que cubría un rostro y unas manos cuya piel era carbón encendido.

Alex tenía mucha rabia, ya no sentía miedo, no sentía lastima. Solo quería encontrar la paz que el ser de la bufanda le había enseñado; pues cuando no la sentía, era como si un motón de gusanos lo estuvieran devorando vivo y su carne se pegaba en extremo a sus huesos causándole mucho ardor y envejecimiento. Era una sensación tan horripilante; completamente opuesta a la sensación de paz y tranquilidad que le daba el sufrimiento de sus víctimas.

En ese momento; una fuerte carcajada del ser en la bufanda negra, explotó por todos los rincones de la casa e inmediatamente el libro que había firmado Alex se quemó y se esparció en forma de cenizas candentes por el fétido aire que adueñaba la casa y luego, todo volvió a la normalidad. Alex fue normal también; ya no sentía esa sensación; su piel se había rejuvenecido y todo en si era completamente normal; como la vida que había empezado a olvidar desde los días atrás en que todo había iniciado.

Su casa ya no olía a feo, todo estaba muy bien; de hecho se estaba terminando de asar la comida que más le gustaba a su querida madre. Alex apareció luego de ese suceso, muy bien vestido; con la ropa que su madre le había otorgado y para sorpresa por ningún lado encontró el vestido de su angustia, aquel que le había dejado la bufanda oscura y flotante. Se sintió tranquilo; muy normal; pensó que todo había pasado.

En ese lapso de tiempo, mientras el vestido había salido de la casa; como para limpiar su conciencia, con su misma invisibilidad dejó una bolsa blanca, amarrada por una cinta de la calidad de su corbata blanca en las autoridades judiciales. En esa bolsa se encontraban todas las pruebas que incriminaban lo que había hecho el doctor Alex; incluso el video de seguridad del parqueadero donde se hizo fiesta con el periodista, que para ese momento ya no perdía detalles de cada cosa que se hizo. Incluso el traje entregó su propio diario, donde Alex contaba lo que hacía de una manera fría y calculadora. La última prueba que contenía el paquete; era una nota escrita por el traje, con la letra del doctor Alex; donde describía exactamente el suceso de muerte que en cuestión de minutos tendría la madre del doctor en manos de su propio hijo.

Una vez conocidas estas pruebas que tenían tan alarmadas a las Naciones enteras por los sucesos ocurridos durante esos ¡días tan oscuros para la humanidad! El ejército y la policía se dirigieron a la casa del muy respetado doctor; como si su único enemigo en el trayecto fuera el obstinado tiempo que los diferenciaba.

Sonó el timbre de la casa del doctor; recibió a su madre; Alex estaba sorprendido; le dijo hijo, gracias por invitarme, te extraño mucho también, Te amo mucho mi hijo- y con un gesto de gratitud y complacencia de que su hijo la hubiera invitado por primera vez a un agasajo preparado especialmente para ella. Alex se quedó sin palabras ante la alegría de su madre, y no pudo decir nada. Pues la verdad era que él no la había invitado y se encontraba en asombro extremo.

Su madre le dijo, pero que linda tienes la casa, que bien huele; se nota que tienes mujer, ¿Cuándo me la vas a presentar? Y con esa pregunta logró sacar una pequeña sonrisa de los pómulos de Alex. Luego su madre le dijo, me dijiste que estabas preparando algo especialmente para mi; déjame ver que es. Y se dirigió a la cocina. (Entre tanto, los carros de las autoridades, con todo el equipamiento de seguridad se acercaba más). Pero el traje les había ganado nuevamente, puesto que ya había entrado en la casa mientras que Alex y su madre estaban comiendo. Cuando el traje entró a la casa; el ambiente de la casa se tornó pesado y frio; ya la madre de Alex no refería palabras de felicidad a su hijo y su hijo entró en angustia. Puesto que en un momento de enceguecimiento el vestido estaba ahí; demasiado estrecho y pegado a su grueso y elegante cuerpo. Fue tanta la manipulación del traje sobre Alex. Que a la milésima de segundo de estar bien ajustado al cuerpo de Alex. Con el tenedor que comía le saco los ojos a su madre; ella empezó a gritar de dolor y tristeza y a implorar, hijo ¿qué haces?; luego cuando la policía estuvo afuera de la casa; ya era demasiado tarde, pues Alex le había cortado las venas a su madre y había apuñalado su vientre, sacándole la vieja matriz que tenía la señora. Ella cayó inconsciente. Una vez que la policía entró a la casa; el traje liberó a Alex y se marchó. La casa, al identificar que el traje no estaba dentro de ella; se encendió en fuego; cuán grande fuego que desapareció a los policías que habían entrado en la casa y aún a los carros que se encontraban a una distancia considerable los explotó. La casa acabó con muchas vidas esa noche; como si hubiera sido mandada por algo o alguien. Cuando todo hubo pasado; para sorpresa de todo el mundo; quedaron intactas las pruebas de la culpabilidad de Alex como asesino. Desde su primer asesinato hasta su última hazaña. No se encontraron rastros del cuerpo de Alex por ningún lugar del suceso pero lo que si encontraron las autoridades fue a la madre del doctor Alex, con su vientre apuñalado, su matriz por fuera; sin ojos y sin la más mínima seña de estar quemada. Pues todavía tenía pulso de vida. Eso aterró a los pocos sobrevivientes que presenciaron el hecho y todo quedó en el interrogante porque cinco días después la madre de Alex también murió.

Paso el tiempo, cinco meses exactamente, cuando el presidente del país más influyente del mundo; entró a una de sus importantes reuniones protocolarias con el vestido que había encontrado sin explicación alguna en su armario.











































TRAJE DE SANGRE II

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