jueves, 24 de diciembre de 2009

ADIÓS!

ADIÓS


Ante su presencia la vida parecía escaparse por entre mis costados, la noción del tiempo no existía ante tanto poder y magnificencia, me cobijaba un profundo temor y respeto que acariciaba con reverencia en esos pocos instantes que para mi fueron tan eternos como deseables, no sé si en realidad fue, solo sé que entre las multitudes de mis pensamientos y maquinaciones no hubo conclusión para cosa semejante, se evaporaron mis sentidos y la crueldad de mi corazón y existencia quedaron al descubierto, tan anonadadas como inquietas, sentía miedo, quería acabar aquel sentir y volver a mis cabales, no podía soportarlo, se detuvo el tiempo en tanto mi corazón aceleraba su ritmo como sofocado de la angustia y desesperación, era tal el miedo, era tal el temor, era tal la complacencia y la tranquilidad que no explicaba la bienaventuranza de lo vivido, y así ha sido, porque jamás he encontrado palabras que aproximen la significancia de lo que realmente fue. ¡Créanme, no miento!

Fue un día interesante de mucho transitar, era un tiempo que estaba marcando mi existencia y por tanto transcurría en un devenir constante entre la luz y las sombras, me aferraba a mi voluntad por aquellos días, pensaba en la liviandad de la vida y me estresaba el bagaje rutinario de las necesidades y dolencias humanas, no quería nada, no quería sentir, ni vivir, quería darme al todo por el nada y por qué no venderme al mejor postor, fue un hibrido de tristeza y soledad, fue una decadencia manifiesta en una presión continua de combate y cobardía, no me aguantaba a mi mismo y desdeñaba mi juventud en la incertidumbre de mi existencia y en la proximidad de mi destino.

El día no había terminado cuando sobre mi pesaban las cargas de mis errores; esa marca que como gusano nos corroe y nos aumenta sin consideración alguna, esa inquietud que refriega nuestra alma y nos hace indoctos y miserables en los confines de nuestro corazón, eso mismo a lo que muy comúnmente llamamos conciencia humana. Alterado mi ser de la extenuante jornada laboral vivida me acerque a un lugar insospechado, lejos del ideario de la filosofía de mi vida, lo analice, lo pensé, llegue a desearlo pero finalmente lo deseche y lo menosprecio mi corazón, pero sentía que mi voluntad era movida por fuerzas extrañas, opuestas entre si, fuerzas que batallaban en mi interior y me dolían sin explicación alguna. Fui alejándome poco a poco de aquel insospechado lugar, veía la vida tan supeditada a la confusión y al desvarió que nada quedo de mi, excepto la inflación de lo acostumbrado, sonrojado y menoscabado recurrí a tomar una escena de descanso, abatido por el hambre y la necesidad me di a mi mismo atendiéndome sin precaución, luego fui a mi habitación; recordaba minuciosamente que mañana sería un día regido por los retos y las dificultades; no podía despegarme de la fuerte gripa que tenía, la cual imposibilitaba mi dormir y por ende mi descansar, por tanto sobre mi cama, boca arriba me detuve a pensar y a imaginar, de repente mi cuerpo se hizo pesado y en mi no quedaba aliento de levantar siquiera una mano, no entendía la inmovilidad de mi cuerpo, no entendía la pesadez y el cansancio de una vida joven en todo el ímpetu de la virilidad y la insensatez.

Mis pensamientos se fueron aislando y contradiciendo entre si, ninguno de ellos eran suficientes para acordarme de lo que yo representaba o equivalía en esta vida, en tanto me rendía y sentía como que me iba o me llevaban por la docilidad y blandura de algo no conocido en este mundo. Fue un momento extraño, difícil de aceptar y registrar veridicamente; pero luego de esa batalla campal que consideré la muerte misma; volví a mi ser; la luz de mis ojos y la sapiencia de mi voluntad se hicieron de mi dominio nuevamente, me sentí autónomo y confiado, la enfermedad que me atropellaba desapareció, sentía que todos los lazos y ataduras que me apesadumbraban habían sido sueltas, las cadenas rotas y la felicidad y ganas de vivir se fortalecían con melodías atónicas dentro de mi, por un momento, solo por un instante me sentí grande y afortunado, me sentí dado es decir pleno y creo que inversamente a lo anterior en esos momentos supe lo que realmente era la felicidad. Sentado sobre mi cama y vacilando en aquellas dos vivencias tan extremas y particulares y siendo ya horas avanzadas de la noche, me acosté sobre mi lecho sin ningún pensamiento y sin sentir nada, en mi opinión estaría normal o muy seguramente bien, pero no pasaba de allí, no eran otras cosas que el máxime que referían esas dos palabras.

Solo fue cuestión de cerrar mis ojos cuando a la postre de mi cama contemplé el aspecto de un varón, vestido en una túnica blanca, su aspecto tan sublime y humilde a la vez me inundaron de un pavor repentino que quería que terminara de inmediato y de hecho así fue, termino porque me fui, me fui a un lugar insospechado, a un lugar añorado, a un lugar desde el cual me ha sido concebido el poder de explicar mi último adiós…

JACS







































JHORMAN ANDRES CALDEÓN SILVA

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