domingo, 14 de agosto de 2011

UN ESPÍRITU TRAVIESO

UN ESPIRITU TRAVIESO




Nircadio Lacaga, hombre que vivía de la comedia y la diversión; era conocido como el payaso más divertido de toda Latinoamérica; nunca fue padre, tampoco fue hermano, y mucho menos hijo. Él nació y creció en un barrio pobre, rodeado de gente pobre que lo protegió y lo adoptaron como el hijo del barrio.

Un día mientras divertía a los niños en una fiesta tuvo un infarto fulminante que lo dejo sin vida al instante. Los niños al principio creyeron que ese acto era parte del cómico show que presentaba, pero luego de unos segundos sin inmutarse, los padres de los niños que estaban en la fiesta encendieron las alarmas. Todos gritaron desesperadamente mientras trataban de auxiliarle. Afortunadamente había un medico en la fiesta; desafortunadamente él dijo que el amado payasito había muerto.

Nircadio siempre fue una persona humilde y obsesiva con el trabajo; estaba próximo a cumplir sus treinta y cinco años de edad; toda la vida había vivido de payaso, toda la vida había sido un payaso. Al abandonar su cuerpo; su alma pensó acerca del deber que tenía de cumplir con su presentación en la fiesta. Él siendo quién era, no podía descansar sabiendo que no había cumplido con el deber adquirido.

Llegaron a la fiesta quienes debían recoger su cuerpo muerto y se lo llevaron para la morgue. Su alma se quedó en la fiesta; todos los niños escuchaban su voz en tono misterioso saliendo de las paredes. Todos se engranujaron y quedaron completamente pálidos. Los adultos no oían lo que sus hijos decían. Él no se rendía ante el deber de cumplirle a los niños; se fue directo al equipo de sonido para poner a sonar el CD de su autoría. Cuando fue a cogerlo, no pudo; intentó muchas veces hacerlo pero fue imposible; se sintió frustrado y con rabia en su mirada; provocó que el CD se saliera de la caratula y entrara en la bandeja donde luego sonaría. Las personas presentes si percibieron ruidos extraños mientras Nircadio Lacaga hacía eso. Sonó la canción de las tres lunas que él mismo había compuesto y con la cual siempre cerraba sus shows. Las personas se impresionaron tratando de conservar la calma y la fiesta lentamente fue quedando vacía y sin diversión. Nircadio se sintió muy triste porque esa era la primera vez que no le aplaudían su presentación y era la primera vez que los niños no le sonreían ni se mostraban felices.

Se sentó en una silla de la agradable fiesta, su pálido rostro expresaba mucha angustia y soledad; estaba muy triste de que su vida hubiera terminado sin él haber terminado por lo menos esa presentación. –esto es lo peor que me puede pasar, esto no puedo quedar así- manifestó con triste voz. Recordó las palabras de una vieja del barrio que de vez en cuando le daba comida cuando él apenas era un niño que crecía: -¡el mundo es para los verracos mijo, para los verracos!- esas palabras eran las que lo habían llevado a él a consolidar el personaje que lo había equilibrado en su destino; eran algo así como el amuleto que lo hacía sacar fuerzas de la nada. Miró angustiosamente a todos lados; la silletería de la fiesta estaba siendo recogida y todas las serpentinas y bombas que llevaban su rostro aún pendían inútiles porque no había ningún niño allí. El dio un grito de angustia que nadie oyó pero que si reventó todas las bombas del lugar de manera simultánea. Los que presenciaron eso se conmovieron un poco porque una tristeza sobrecogedora cubrió todo el lugar. Una mujer como de cincuenta años dijo: -eso debe ser el muerto que se está despidiendo de nosotros- los demás hicieron semblante de miedo sin pronunciar una sola palabra. Salió del lugar donde había quedado inconclusa la elegante fiesta, era un club muy hermoso, carros costosos estaban parqueados a pocos metros del lugar; allí también estaba su colorido Wolfe Wagen con aspecto de cucarrón que tanto quería; él lo había ajustado a los términos de su personalidad; un ser siempre sonriente y divertido que alumbraba cualquier entorno. El pecho de su alma tenía una congoja insoportable; su alma lloraba sin lágrimas y no entendía el porqué aún seguía en sus cabales si había entendido que la muerte era una luz de infinita paz y continua complacencia.

Se acercó a su chistoso y llamativo carro; el carro del payaso TIN TIN; intentó tocarlo pero su alma no palpaba las cosas materiales de la vida. Entró en su carro traspasando las latas sin producir el más mínimo movimiento o sonido; sentado dentro de su vehículo, empezó a recordar los episodios tristes y felices de su permanencia en la tierra; recordó el día en que ánimo su primera fiesta a la temprana edad de los doce años; también recordó el día que por primera vez pudo comprarse un par de zapatos; recordó asimismo el día que vio su personaje en los periódicos del país y terminó recordando el día que le robaron una camioneta verde oscura muy elegante motivo por el cual había comprado el amarillo e impactante carrito del payaso Tin Tin.

Se dio cuenta que su vida había estado rodeada de risas y aparentes felicidades; pero fue sincero consigo mismo y con la misma voz de tristeza manifestó: -nunca fui feliz en la tierra-; mi vida siempre estuvo vacía y solitaria; no conocí el amor y jamás me gustó ser el centro de las risas de todas las personas; todo eso lo soporté por la necesidad, por sobrevivir. La vida es miserable y no me trató bien y ¿de qué sirvió tanto esfuerzo?- eso lo dijo con voz melancólica y opacada.

Intentó encender su vehículo para huir de todo su legado; pero las llaves se encontraban en el cuerpo muerto que había sido llevado a la morgue. Se resignó a no ser desde ese momento en adelante pero cuando lo hizo, un mal pensamiento cruzó sus sentidos. Sintió deseos de hacer lo que nunca había podido hacer; lo primero que haría sería reírse de todos como parte de su revancha y lo segundo que procuraría sería encontrar el amor, el amor que nunca conoció debido a su obsesión de trabajar para salir de pobre. A partir de ese momento Nircadio Lacaga se propuso alcanzar la plenitud de la felicidad con lo que nunca había podido hacer en vida: ¨reírse de los demás¨ y porque no alcanzar el amor de una mujer.

En vida, era un hombre de tez blanca, de estatura mediana, de ojos grandes, brillantes y de color azul cielo; su cabello ondulado y disparatado lo hacían cómico en sí, sin necesidad de vestir su colorido traje que lo personificaba como el payaso TIN TIN. Siempre intentó ayudar a las personas pobres y trataba de buscar talentos en los niños de la calle para que no se perdieran en la crueldad del mundo. Ese acto de bondad, fue el mismo que lo mantuvo consiente después de su muerte física y por el cual su alma no se había esfumado de la tierra.

Cuando murió, su alma vestía una piyama ancha muy colorida con un gorrito verde brillante lleno de estrellitas blancas. Se dio cuenta que el espejo retrovisor no proyectaba su imagen, eso lo inquietó un poco y reconoció que en su nueva existencia no existiría más y por eso no podía proyectarse en el espejito retrovisor de su querido carro. No se daría por vencido, si algo había aprendido en vida era a no rendirse jamás, eso era parte de su ser. Miró como retando al espejo, su semblante serio y obstinado estaba dispuesto a lograrlo. Se colerizó un poco y mientras eso pasaba, alcanzaba a ver borrosamente un rostro pálido como ojeroso que no conservaba el equilibrio sino que parecía hacer parte del viento. Su misma obstinación hiso que se cerraran todos los orificios por donde pudiera entrar viento; siguió mirando al espejo con rostro amenazante y al fin logró ver su rostro inexpresivo y frio por el retrovisor de su particular carrito.

Se asustó de verse a sí mismo; se asustó porque sus dos ojos estaban rodeados por dos ojeras enormes y pálidas que le daban un vivo aspecto de un ánima en pena. Él intentó tocarse pero tampoco le era posible, cada cosa que quería le costaba mucho trabajo hacerla y entonces deseó. Con el poder de sus deseos abrió la cubeta de su carro donde guardaba siempre algo de maquillaje, lo levantó e intentó maquillar su cara pero su alma no se dejaba tocar por nada. Se cansó de insistir hasta que decidió aceptarse a sí mismo. Se aceptó frente al espejo tal cual como lo proyectaba; entonces, estrelló detenidamente sus dos ojos sin luz frente al espejo sin parpadear por un segundo; su rostro no expresaba ningún gesto; era un rostro muerto sin gesto y sin vida; con sus grandes ojos le dio la vuelta a todos los extremos de su rostro y finalmente, de aquel rostro frio y sin movimientos salió una risa maligna; una risa que le permitió entender que la picardía y las maldades estarían debajo de su autoría por tiempos no conocidos.

Salió de su carro, andando sobre el viento con el propósito firme de encontrar su cuerpo para darle el último adiós. El viento lo condujo a un hospital prestigioso de aquella ciudad, lo entró por los corredores vacios y trasminados de frialdad hasta que traspasando las cerradas puertas sin incurrir en el más mínimo movimiento y sonido posible, se encontró en un cuarto frío rodeado de médicos forenses quienes solo cumplían con su trabajo. Al llegar a ese recinto; miró su cuerpo deshecho y sintió tristeza por su carne, de que ya no estuviera con él, para compartir el nuevo proyecto que se proponía.

Miró pícaramente a todos lados y dijo muy maldadosamente: -es hora de divertirme un rato- efectivamente, el que en vida fue conocido como el payaso TIN TIN, entró en su cuerpo tieso y frio. Espontáneamente abrió un ojo; eso le costó trabajo porque su ojo estaba tieso y pegado. Los médicos al ver eso se erizaron; la mujer que tenía el control en la autopsia, tratando de conservar la calma, con voz nerviosa expreso: -eso habeces pasa-, y bruscamente le cerró el ojo al payaso. Al segundo; abrió nuevamente su ojo izquierdo y empezó a moverlo por todos lados. Eso no cabía en la mente de los médicos quienes ya estaban terminando de suturar su cuerpo. Todos gritaron nerviosamente. Nircadio se sentó con mucho esfuerzo; su cuerpo estaba tieso y frio, le costaba mucho trabajo moverlo. Se dirigió hacia los forenses intentando asustarlos, pero no era necesario que lo intentara; ellos ya estaban petrificados del miedo. Todos huyeron despavoridos de aquel cuarto gris; menos una joven practicante de hermoso rostro y un tanto gordita quien se desmayó.

Cuando Nircadio vio que propició esa escena; los músculos de su cuerpo muerto empezaron a moverse forzosamente. Se podía ver gran maldad y picardía en sus gestos de risa y en la mirada de sus ojos; mientras se reía dijo con voz tenebrosa y bajita: -yo soy maaalo, muuuy maaalo jejejejejjejejeje… se devolvió hacía la camilla tratando de mover sus entumidas piernas, su alma parecía salirse del cuerpo. Con mucho esfuerzo llegó a la camilla de nuevo donde dejó bien acostadito a su siempre recordado cuerpo muerto. Se paró al lado de su cuerpo; sintió tristeza y lo abrazó pero no pudo hacerlo. Con un gesto de indignación se marchó. Con el poder de sus deseos, cerró fuertemente la puerta de la habitación donde se encontraba. Todos escucharon el ruido de la puerta y temblaron. Una brisa bruscamente sonora recorrió los pasillos del hospital; todos los allí presentes tenían un mal presentimiento pero no veían nada.

TIN TIN se sintió complacido viendo a todos aquellos hombres y mujeres inquietarse por lo que habían contado los médicos; muchos hablaban de la joven que se había quedado encerrada en la habitación junto al cuerpo frio de Nircadio; nadie se atrevía a ir por ella; Nircadio producía un miedo inexplicable en los ambientes en que se encontraba. Se acercó a la recepción del lugar; estaban allí dos secretarias diciendo: -¿usted no tiene miedo?-; no, -¿y eso cómo hace?, todo el personal médico está inquieto y nadie se ha atrevido a sacar a la practicante de medicina de la morgue. Le dice la otra secretaria: -yo no tengo miedo porque el miedo hace que ellos se fortalezcan; las almas en pena no encuentran descanso cuando mueren antes del tiempo en que debían morir; ellos quedan con tareas inconclusas y eso no los dejan descansar, algunos se vuelven perturbadores-. Nircadio escuchaba atentamente la conversación de las dos señoritas, hizo una mirada traviesa y un enojo sombrío cubrió el rostro de su alma. Con el poder de sus deseos propició intermitencia en las luces de la recepción del hospital; los televisores perdieron la señal y vientos bruscos invadieron el entorno; todas las personas entraron en pánico y nadie se inmutó. Nircadio se dio cuenta que aquella mujer no había sentido miedo y algo de cólera entró en su semblante; el entorno se ofuscó un tanto más de lo que estaba y el espectro de su alma se dejo ver de aquella mujer que por completo la ignoró. Nircadio se dio por vencido de lograr su cometido con aquella mujer. Después de un rato, la recepción quedó sola; solamente estaba ella y él; en vida, Nircadio nunca había conocido el amor y algo dentro de él se sensibilizó por la belleza de aquella valiente mujer.

Decidió no incomodar más a las personas en ese momento. Se sentó en una silla de la recepción a esperar la hora en que aquella hermosa mujer saldría. Miraba a todos lados como pensando las cosas que podría hacer con su nueva identidad. Estaba feliz y se había propuesto a explorar el amor desde la personalidad de su alma. Miraba impacientemente el reloj, cada segundo que pasaba el lo veía como una angustiosa eternidad que no le daba calma. Una hora después; llegaron muchas personas a la recepción esperando su turno para ser atendidas por un especialista.

Entró al recinto una mujer gorda y pesada; su gordo trasero daba la impresión de aplastar a cualquier mortal sin percatarse de ello. La única silla disponible era aquella donde Nircadio estaba sentado. Ya las personas estaban un poco más calmadas y tranquilas porque aquella valiente mujer había resistido a Nircadio ganándose lo más sensible de su ser. La gorda con mucho afán entró y sin pensarlo dos veces se sentó sobre nuestro payaso TIN TIN; él hizo un gesto de dolor como si algo le hubiera dolido, luego con sus manos trataba de llamar aire a su nariz como si todavía pudiera respirar; se llenó de afán, pero luego sintió que ya no sentía y recordó que no era el mismo Nircadio Lacaga; sino el ánima en pena del payaso Tin Tin.

Sintió rabia hacia aquella gordinflona que lo había incomodado; su alma no podía tocar nada, porque había pensado en pincharle la cola con una inyección para que se levantara de ahí. Él no estaba dispuesto a perder su silla puesto que él la había tomado primero. Se acordó del poder de sus deseos, los uso para hacer a la gorda ir al baño; luego se sintió cómodo de nuevo pero tenía que pensar en algo para que ella no volviera a fastidiarlo. Se levantó de la silla y se fue en busca de algo. Encontró en una caneca de basura en uno de los corredores del hospital, vio una aguja de inyección ya usada en alguien. Con el poder de sus deseos acercaba aquella canequita a la recepción; cuando nadie veía, la movía rápidamente; cuando había gente lo hacía lentamente. Nadie notó cuando la canequita quedó al lado de su silla, la misma que él había ocupado primero y que luego la gorda había poseído. Se sentó como celebrando con mirada pícara y semblante engreído aquella lograda acción. La gorda salió del baño; encontró nuevamente su silla vacía, fue a sentarse en ella; Nircadio no estaba dispuesto a soportar su incomoda presencia de nuevo. Con el poder de su mente fue haciendo subir aquella aguja por las patas de la silla. Cuando la gorda acomodo su gordo trasero para sentarlo; la inyección estaba en posición vertical saliendo de entre las piernas de Nircadio; en el mismo lugar donde alguna vez había tenido localizado su pene. La corpulenta gorda se sentó; y un gemido espantoso recorrió todos los rincones del hospital; esa gorda partió la aguja dijo Nircadio. Ella se levantó afanada, se erizó y se llenó de mal genio gritando por todos lados y amenazando al hospital con fuertes gritos de rabia consumada. Nada le había causado tanta risa a Tin Tin después de ver esa escena. Se reía malignamente en su silla y empezó a decir como entre dientes: -soy maaalo, muy maaalo..- el hospital entró en afanes y la gorda luego se desmayo. Lo demás que a ella le haya acontecido a Tin Tin no le interesó.

Llegó la hora de la salida y una chica hermosa entró, desde la mitad del pasillo llamó en alta voz: -Salma, Salma, ya llegué, me retrasé un poco por el tráfico; que pena contigo-. TIN TIN pensó: -ah con que mi futura novia se llama Salma, si eso es así, entonces yo me llamó Salmo- y con satisfacción se rió fríamente. Salma con mucha decencia le dijo: -tranquila amiga, yo entiendo que eso pasa, solo cuida de que no se repita- la que la remplazaría en el siguiente turno dijo: -te lo prometo-. Ambas se despidieron con un beso en la mejilla y Salma salió sin pensar que un ánima en pena la seguía con admiración.

Ella se estacionó en una esquina como a la espera de algo ó de alguien; Salma sentía que un viento extraño fastidiaba sus piernas; pensó rápidamente en no volver a usar minifaldas porque eran incomodas para todo. Nircadio estaba lelo acariciando las piernas de su futura novia. Cinco minutos después, llegó el amado novio de Salma, era un grandulón vestido de traje de paño. Salió de una de las esquinas de aquella avenida; ambos se vieron, se abrazaron y se besaron pasionalmente. Se notaba el gran amor que ella sentía por él, las palabras de afecto que cruzaron hablaban bien de esa relación pero eso no le gustó a nuestro payasito.

Nircadio se sintió traicionado y con semblante maligno y travieso; se ubicó detrás de la emocional pareja. Los carros pasaban ligeramente; el semáforo acababa de pasar al color anaranjado y una fuerza ventilada nacida del poder de los deseos de Salmo, aventó inexplicablemente al amado de la elegida novia. El cuerpo quedó debajo de un carro pesado de carga. Tristemente quedó hecho…….. Salma entró en shock, inmediatamente el lugar se llenó de gente y lo normal fue pensar que la compungida mujer lo había aventado a la muerte sin compasión.

Nircadio nunca se apartó del lado de Salma mientras ella era objeto de comentarios mal intencionados que la mostraban como una asesina. Fue llamada a rendir indagatoria; la declararon perdida en sus cabales, como traumatizada por ese acontecimiento. Muy a pesar de todo ello, no la metieron a un reformatorio mental sino a la tensionante cárcel de mujeres. Afortunadamente Nircadio estaba con ella, sin que ella lo supiera.

Tres días después, la rosca de mujeres de la cárcel se sintieron inquietas por la presencia de la hermosa Salma, no era nada diferente a envidia femenina; todas acordaron darle una inolvidable bienvenida y así lo hicieron. Llegó la hora de ver el sol para aquellas mujeres; en el patio de la cárcel le cayeron por sorpresa, la asediaron con empujones bruscos y con palabras dignas de mujeres del bajo mundo. Ella completamente angustiada le dijo: -por favor no me hagan daño, no tengo dinero ni joyas; su voz se quebró y con angustia empezó a decir: -para donde me llevan, por favor no me hagan daño; las mujeres de la cárcel que no estaban dentro del combo de infames; la miraban como resignadas a dejar aceptar lo que ellas no podían evitar. Nircadio estaba impresionado y no hallaba que hacer; sus ojerosos ojos estaban más abiertos que nunca y pronto su rostro angustioso se colerizo y marchó detrás del combo mientras planeaba su acción. La forzaron a ir al lugar más solo de la cárcel y violentamente empezaron a golpearla y a manosearla morbosamente. Tin Tin se desesperó, se ubicó detrás de la situación y nuevamente un viento brusco cubrió todo el lugar. Las malvadas prisioneras sintieron miedo; el viento levantó el mugre del lugar como formando un torbellino y lo aventó a los ojos de la rosca femenina. Ellas quedaron ciegas y Salma huyó a un lugar seguro.

Al otro día, a la hora del almuerzo; la rosca había planeado rayar la cara de Salma y sí se ponía a la defensiva puñalearla hasta el cansancio. Ellas la detestaban porque Salma era una mujer alta, elegante, bonita, de ojos verdes y expresivos, de cabello lacio, pesado y negro; de tez blanca y en general, muy sensual en todo su porte. Al contrario de lo que eran ellas que parecían ser mujeres de la calle y sin consideración por nadie. Mientras hacían la fila para recibir el almuerzo, las miradas entre ellas se cruzaban, Salma trataba de no mirar; se sentía la amenazante presión en el entorno y ella tuvo miedo. Salma recibió el almuerzo y cuando dio la espalda para dirigirse a su puesto; la capitana del grupo; una mujer que se hacía llamar Victoria porque según ella nunca había perdido una pelea con una mujer; pues su atarbán ex esposo la había adiestrado muy bien para soportar cualquier tipo de golpes; ella un día lo asesino y por eso estaba en el circuito de mujeres perversas odiando a todas las mujeres bellas por la única razón de que hubieran acabado con el ser bonito que alguna vez había sido su esposo. Ella la miró con altivez y malignidad; Salma no tenía otra opción, tomó aire y muy ligeramente paso; Victoria como era de esperarse, le metió zancadillas a su ligero andar y Salma cayó muy vergonzosamente siendo la burla de todas las allí presentes. Resignada se levantó y limpió todo el desorden causado; Nircadio nunca había sentido tanto dolor por nadie; se encontraba impotente en sí mismo y la ira sentida tenía su alma enrojecida. Tin Tin había tratado de sostenerla pero no pudo y le dolió en lo más profundo de su ser esa humillación. Su semblante oscuro apareció de nuevo.

Salma se fue a llorar después de todo ese alboroto ocasionado por aquellas infames. Una de ellas, se paró de su silla y se fue hacía donde estaba llorando. La rosca femenina de perversas infames de aquella cárcel, había resuelto rayarle la cara a Salma para que siempre tuviera un recuerdo gris en su vida; esta mujer, de brusca personalidad lentamente fue sacando la navaja de su bolsillo y cuando se disponía a ejecutar la acción Nircadio se metió en su cuerpo y con violenta ira se fue cual fiera maligna hacía donde estaban las mujeres de la rosca. Frente a sí estaba el payasito Tin Tin, con expresión de maligna tristeza en su rostro. Llegó y Victoria le dijo angustiosamente: -estas bien hermana- Nircadio no respondió, las miró con perversidad e desató su rabia; las apuñaleó a todas después de rayarles la cara en presencia de todas las recluidas que no hacían otra cosa que celebrar la desaparición de la dictadora rosca. Finalmente la mujer se apuñaló a sí misma con furia; nadie entendió que eso no lo hizo ella; Tin Tin la obligó. La sangre corría lentamente por el suelo, mientras las otras mujeres celebraban aquel incomprensible acontecimiento. La seguridad llegó demasiado tarde; afortunadamente porque con la rabia que sentía el payaso, ellas también habrían recibido su pago.

Pasaron dos semanas de calma en la cárcel; Salma tuvo una audiencia de defensa en la que la declararon inocente y sin culpabilidad. Ella fue muy feliz y nuevamente llegó a su apartamento donde Nircadio se hospedó. Todas las noches dormía junto a ella, la abrazaba y la acariciaba con ternura. Ella se sentía incomoda y como acalorada pero no prestaba atención a eso y dormía tranquilamente como sintiéndose protegida. Una mañana, cuando la luz del sol permeó las traslucidas cortinas de su habitación; empezó a despertar sus ojos con mucha lentitud, miró por reflejo una sombra colorida frente a su cama. Ella intentó ignorarla pero su corazón se precipitó; con mucho esfuerzo trató de conservar la calma, abrió uno de sus ojos y de reojo miró de nuevo aquella figura colorida estática frente a su cama como contemplando su dormir. Se incorporó en su cuerpo rápidamente y se sentó. Nircadio estaba frente a ella, una traviesa sonrisa acompañada de sus picaros ojos la recibió. Ella abrió sus ojos y sintió algo de miedo. Recordó que debía tener calma y empezó a hablarle: -¿usted quién es?, ¿qué quiere de mí?, le ordeno que se vaya y me deje en paz- con voz temblorosa y agitada. Nircadio no podía creer que ella le estuviera hablando y/o lo estuviera viendo su alma, pero cuando ella le ordenó con brusca voz que se marchara, él se sintió compungido y su amable sonrisa se convirtió en un semblante de tristeza; encogió sus hombros y se iba a marchar. Salma sintió que debía llamarlo y le dijo: -detente, ¿cómo te llamas?, el se dio la vuelta, y la alegría apareció nuevamente en su ser; se acercó a ella lentamente y con ternura le dijo: -me llamo Nircadio-, - te vi en el hospital y quiero ser tu amigo-. Ella sacudió su cabeza y llevó sus manos a sus ojos como tratando de borrar una ilusión. Lo miró fijamente con mirada penetrante y Nircadio se ruborizó. Ella expresó: -no puede ser, usted es el mismo del hospital- cerró sus ojos y empezó a rezar un rezo; Nircadio la miró como entendiéndolo todo y permaneció frente a ella. Al abrir sus ojos de nuevo, él estaba ahí esperándola con una sonrisa amorosa. Ella iba a hablar pero él con su mano le hizo señal de silencio. Él se acercó a ella y la abrazó a su manera. Ella sintió brisas que la oxigenaban a su alrededor. Ese abrazo le trasmitió tanta tranquilidad que ella inmediatamente se relajó. Él le comentó su historia y la manera como había muerto; le dijo que solamente quería ser su amigo para cuidarla así como lo había hecho en la cárcel; ella escuchó eso y se le puso la piel de gallina; ató cabos y lo culpó por la muerte de su novio. Él no se lo negó. Ella se desesperó y empezó a gritarle que se fuera, lanzó contra él todos los cojines de su casa. Él no se fue, le dijo: -ya que me has visto y sabes mi historia, jamás te dejaré, siempre estaré contigo porque te amo. Tin Tin se obsesionó.

Pasaron los días y la mujer lo veía deambular alrededor de ella; ella trataba de ignorarlo entonces él también la ignoraba con gestos que hacían reír. Ambos compartían el mismo espacio, a dondequiera que ella iba, él la seguía. No dejó de dormir a su lado; ella lo sentía amanecer con él; por las noches la acariciaba mientras dormía y la cuidaba. Nircadio se volvió posesivo y obsesivo con ella. En varias ocasiones no la dejaba ir a trabajar; pues con el poder de sus deseos trancaba la puerta y no había poder humano que la abriera. Ella estaba harta de él y no sabía cómo alejarlo. Acudió a espiritistas quienes resultaban atacados por Tin Tin; él no permitía que ningún hombre se le acercara y si le intentaban hablar, de inmediato les hacía males como lanzarle objetos y cosas que los hirieran. Ellos de la nada veían que esos objetos golpeaban sus cuerpos y salían corriendo con expresiones de miedo. Él se convirtió en la pesadilla de la mujer.

Nircadio Lacaga, se encargó de que nada le faltara a ella; él mismo le pagaba los recibos, los impuestos; le hacía mercado y le remodelaba el apartamento dos veces al año. Todo eso lo hacía con el poder de sus deseos. Ella con el tiempo empezó a verlo con otros ojos porque se sentía complacida de que Tin Tin la tratara como una reina y le concediera todos sus deseos. Intentó quererlo pero le fue imposible; sencillamente no lo amaba ni lo quería cerca a ella.

Pasados unos meses, la astuta Salma le mostró a Nircadio la mejor de las amistades; ambos iban al parque a pasear, y pronto se conectaron por el instinto maquiavélico de hacer travesuras en la calle. Salma parecía la jefe del enamorado Nircadio, ella le decía: -papi, hazme reír- sus deseos eran ordenes e inmediatamente la conexión mental que había entre los dos no daba lugar a las palabras; él hacía caer a la gente de las bicicletas; se burlaban de los enamorados y Salma era vista como una loca que se estacionaba en los parques a reírse de los demás pero es que nadie se daba cuenta de lo que Nircadio hacía, excepto los molestos afectados y ella. Un día ambos estaban en una banca de un parque mirando traviesamente a todos lados. De repente, ellos vieron que un hombre atlético y bien fornido iba de la mano de una jovencita bonita; justo detrás de ellos iba un joven apuesto y bien acuerpado; ambos se miraron a los ojos y conocieron sus mutuas intenciones; ya para ese entonces Tin Tin era perfectamente visible a los ojos de Salma.

Pararon para cruzar la calle; Nircadio dejándose llevar rápidamente por el viento, entró en el muchacho y le tocó las nalgas al machote; lo hizo fuertemente y no despegaba su mano. El rostro colérico de la victima hizo lo que cualquier machote en su lugar haría y antes de que recibiera el primer golpe, Nircadio abandonó el cuerpo ubicándose al lado de su amada quien se carcajeaba de las expresiones que producían en las personas. Nircadio era muy feliz al lado de ella aunque ella no estuviera plenamente convencida de ello.

Siempre que salían cogían a las personas de destrabe y no paraban de reír. Nircadio había aprendido a dar golpes y ya para ese momento podía hacer muchas cosas con las manos de su alma. Mientras andaban y veían las personas en su diario vivir; Nircadio iba y les daba palmadas en la cabeza; les amarraba los zapatos a las mesas, puyaba a las personas que tenían rabia con alfileres, le metía zancadillas a los gordos y gordas pues no le gustaban; los odiaba. Les tiraba piedrecillas a los niños odiosos; asustaba en las casas y filmaba sus hazañas para que su amada Salma se riera de todas aquellas picardías. Salma fue aprendiendo a quererlo por la disponibilidad en sus atenciones y por su deseo ardiente de siempre hacerla sentir mejor.

Ambos aprendieron a burlarse de las personas, ambos hacían maldades que nadie deseaba se las hicieran. Una vecina de Salma empezó a hacerle guerra sucia en el edificio donde vivían; ella le dejaba basura al frente de su casa y no hablaba bien de ella. Nircadio se vengó; entró en su casa de noche y le hizo caer la repisa encima; espantada salió de su apartamento y decidió bajar por las escaleras; Nircadio se le adelantó y con toda su fuerza la lanzó y ella murió. Salma se disgustó por eso porque Nircadio estaba optando por ser malo y la picardía ya no era nada comparado con sus actos. Ella siempre tuvo miedo de que en un ataque de celos él la descargara por el balcón del octavo piso donde vivía. Trataba de llevarle la vida en todo; pero era ella quien ejercía un liderazgo sobre él y lo condicionaba en todo. Ambos siguieron haciendo picardías y maldades; Salma entró a estudiar y él la acompañaba; Cuando el pagaba los recibos; se metía en el pagador; sacaba plata de los bolsillos de la gente y hacía lo que quería; algunas cámaras veían que joyas andaban por el aire y salían de las joyerías y así de muchas maneras; la gente sentía miedo y solo sacaban noticias se cosas inexplicables. En un reporte decían que un espíritu ladrón estaba en parís. Y eso era de reír y de reír y de no dejar de reír.

Salma empezó a reclamarle un día de mucho estrés a Tin Tin diciendo: -papi, yo necesito libertad, tú estás a toda hora y momento cerca a mí y eso es fastidioso; me cansé, si no me das libertad esto tiene que acabarse-. Nircadio la miró a los ojos y pensó mal de ella; creyó que tenía un amante y se volvió peor que su sombra. Cuando ella iba a hacer algo a huidas, la buscaba afanosamente y se metía en su cuerpo obligándola a devolverse; luego de que la encerraba, mostraba mucho enojo hacia ella y no le dirigía la palabra porque era muy orgulloso. De esa manera continuó haciendo muchas cosas parecidas; la época de felicidad de ambos estaba desapareciendo y estaban empezando a vivir su primera crisis matrimonial que tenía nombre propio: ¨falta de sexo¨

Ya habían pasado cinco años en los cuales Tin Tin nunca se atrevió a hacerle el amor, pues su alma tímida solo la cuidaba y su amor hacia ella era casto y tierno. Una noche, desesperada por la pesadilla en que su vida se había convertido; se vistió de manera muy sensual para seducirlo; se acostó sin arroparse y desde la alcoba de su habitación empezó a llamar a Tin Tin, con voz muy necesitada; Nircadio estaba en otro lugar de la casa limpiando el sótano y al oír a su amada; se dirigió solícitamente a complacerla. Él la vio mientras ella hacía movimientos muy sensuales que lo excitaron de verdad. Salma lo hacía con el propósito de que Nircadio entendiera que él no podía complacerla; pero en eso, ella también se equivocó. Cuando él la vio; como una fiera incontrolable la asedio en su alcoba. Fue la primera vez en que Nircadio hiso el amor; para ella fue el mejor sexo de su existencia. Parecía que al fin la había logrado enamorar. De ahí en adelante todo fue sexo, todo fue amor y todo fue satisfacción. Ella empezó a acostumbrarse a su nuevo marido y cuando ya se había enamorado de él…

Nircadio tomó el control de la relación y se le perdía en las noches; se metía en los apartamentos de las vecinas y les hacía el favor sin que ellas lo notaran; ellas despertaban relajadas argumentado que habían tenido sueños eróticos. Cuando iban por la calle; Nircadio se volvió incapaz de hacerle picardías a las mujeres bonitas y ya no le hacía caso a Salma en lo que ella le ordenaba; Salma pensaba dentro de sí diciendo: ¨lo peor que pude haber hecho fue haberle enseñado el placer del sexo a este idiota¨, vivía enfurecida pero no era capaz de dejarlo porque se había enamorado profundamente de él.

Cuando iban por la calle, Tin Tin no podía esquivar su mirada pícara y traviesa, además de deseosa del trasero de cuanta mujer pasaba; también les mandaba piropos por el viento y se hacían torbellinos suaves alrededor de ellas; cuando las veían en faldas hacía levantar el aire para verlas y no imaginarlas, lamentablemente Tin Tin se había convertido en un espíritu morboso; obviamente eso irritaba hasta en lo inimaginable a Salma; Nircadio también se le perdía y se iba a perseguir mujeres hermosas, las asediaba en sus habitaciones y las violaba; ellas quedaban sin palabras puesto que nunca lo veían, solo sentían. Muchas veces se amanecía y llegaba al apartamento de Salma con mirada distraída y humillada; encogía sus hombros, bajaba su cabeza y muy ligeramente se metía debajo de las sábanas. Contaba –uno, dos, tres, ahh, empezó la cantaleta- efectivamente Salma se levantaba con la piedra en la cabeza y lo sacaba a gritos de la habitación. Poco a poco se acostumbró a la pantera de su mujer. El payaso Tin Tin no se embriaga porque no podía, su alma no comía ni bebía, solo se fortalecía en sus hechos.

Hay que reconocer que Nircadio nunca le quitó el lugar de esposa a Salma, porque ella fue su primer y único amor y hasta entonces había sido feliz; pero conocidos los alcances de su identidad, se sentía aburrido por la continua cantaleta de Salma, y soñaba con dejarla pero su bondadosa alma no lo dejaba; además la astuta mujer siempre que lo veía decidido, bajaba la guardia y apartaba los celos puesto que no concebía su vida sin él. En muchas ocasiones, Nircadio había puesto de su parte para salvar la relación, pues después de haber sexado con otras mujeres, se esforzaba en hacerle el favor a Salma quien quedaba relajada y tranquilizada al instante después del muy merecido orgasmo. Esa era la única forma de que lo dejara en paz y lo tratara como un dios.

Pasaron tres años en esa rutina de vivencias acostumbradas y admitidas por los dos. A pesar de todo no podían vivir el uno sin el otro. El amor sentido, pese a todo no se enfrió y siempre estuvieron igual de locamente enamorados.

Un día llegó Daniela; una mujer de raza negra, hermosa, de ojos grandes y cafés, voluptuosa en todo su cuerpo y muy sexy; fue a hacerle reclamos a Salma acerca de Nircadio. Salma le dijo: -ah con qué es usted la que tiene a mi marido un tanto desubicado; pues sepa ¨negra¨ que él es mi marido y me ama-. Ella soltó una risa sobrada y le dijo: -si es su marido, muéstreme su acta de difusión para saber si en realidad lo fue; él ahora es libre y me ama; si vieras como me consiente y como me hace vibrar; me dice que usted es una frígida que no le da satisfacción- . Salma se llenó de ira y de inmediato la tomó de la garganta y empezó la pelea. Nircadio estaba atendiendo a una de sus novias; cuando llegó al apartamento lo encontró patas arriba y ambas mujeres estaban con aruñetazos en sus rostros y sus cabellos en desorden, tomando tiento en la cocina. Nircadio las vio y sintió miedo; intentó irse pero ellas al mismo tiempo lo llamaron: -Tin Tin- el quedó frió y pálido cuando se vio descubierto. Con una sonrisa ingenua les respondió: -decían-; Salma con seca voz dijo: -siéntate acá; él se sentó y lo pusieron a elegir; él se desapareció del entorno. Llegó por la noche al apartamento de su mujer, es decir, de Salma.

Ella lo recibió diciendo: -amor yo sabía que me escogerías a mí, te amo y quiero que sepas que yo sin ti me muero- él no dijo nada pero sabía que no podía vivir sin ninguna de sus amantes; su corazón alcanzaba para todas ellas. Dentro de sí dijo: -tanto que he intentado ser feliz pero no lo he logrado; definitivamente soy infeliz, aún después de muerto-.

Esa noche hicieron el amor hasta el amanecer, pero cuando Nircadio se disponía a descansar; fue interrumpido por la luz del sol que penetraba las cortinas de la habitación; se quedó mirando fijamente a las traslucidas cortinas de colores como si esperara que de ellas saliera una respuesta a su necesidad; sorpresivamente, entraron muchas sombras negras que violentamente cargaron al payaso Tin Tin y se lo llevaron para nunca más volver… Salma presenció el hecho sintiendo como si le desgarraran una hilacha de carne en su ser; lloró amargamente la ausencia de la diversión y el placer. Todas las amantes que reunidas superaban el número cien, se juntaron para hacer duelo por el inolvidable Nircadio Lacaga. Ahora cada año se reúnen en honor a él; ahora son las mejores amigas que enviudaron para siempre.  Fin…











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